Las cenizas del famoso escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke, que iban en el módulo lunar Peregrine con la intención de quedarse para siempre en nuestro satélite, se destruirán cuando atraviesen la atmósfera terrestre a bordo de la misión que no pudo llegar a la Luna. Un duro golpe para los que sueñan con vivir el sueño eterno en el espacio.
El módulo de aterrizaje lunar Peregrine de la empresa Astrobotic, lanzado el 8 de enero pasado y que debía posarse sobre nuestro satélite el 23 de febrero, no consiguió entrar en órbita lunar y se espera que arda en la atmósfera terrestre.
Entre otras cosas, en su interior transportaba cenizas humanas, incluidas las del famoso autor de ciencia ficción Arthur C. Clarke, fallecido en 2008, junto con otros objetos inusuales, como pelos de mascotas y una cápsula del tiempo, que se perderán definitivamente, arruinando unas expectativas de negocio para las empresas que promueven sepelios en el espacio.
Entierros espaciales
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Desde hace décadas, algunas empresas están ofreciendo servicios de entierro espacial, que consisten en lanzar al espacio una pequeña muestra de cenizas o ADN de un ser querido fallecido o de una persona viva que quiera establecer un vínculo permanente con el universo.
Según sus promotores, se trata de una forma de cumplir un sueño, de rendir un homenaje o de contribuir a la exploración espacial. Pero según algunos expertos, también podría ser una forma de violar el derecho internacional, de contaminar el espacio y de alterar el patrimonio lunar.
Casos sonados
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Entre las personas que han optado en el pasado por entierros espaciales se encuentra el astrónomo Eugene Shoemaker, que falleció en un accidente de automóvil en Alice Springs, Australia, en 1997. Algunas de sus cenizas fueron llevadas a la Luna por la sonda espacial Lunar Prospector. Es la única persona cuyas cenizas se encuentran en nuestro satélite. Arthur C. Clarke no podrá acompañarle.
También figuran en la lista de funerales espaciales el psicólogo Timothy Leary, fallecido en 1995, o Gene Roddenberry, el creador de Star Trek, fallecido en 1991.
Ambos fueron protagonistas, junto a otras personas, del primer sepelio espacial y colectivo de la historia: 24 pequeñas cápsulas cilíndricas de aluminio, que contenían, cada una, 7 gramos de cenizas de estas personas, fueron lanzadas al espacio desde Canarias en 1997. Desde entonces orbitan la Tierra en un compartimiento especial.
Un capricho caro
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El precio de estos servicios varía según el destino y la cantidad de restos que se envían, pero puede llegar a costar decenas de miles de dólares.
Los familiares y amigos de los fallecidos pueden asistir a los eventos de lanzamiento, que suelen incluir una cena con astronautas, un servicio conmemorativo y una vista privilegiada del despegue del cohete. En el caso del lanzamiento de Canarias hubo hasta militares españoles de uniforme, según reveló en su día el New York Times.
Los allegados reciben un certificado de misión, un vídeo personalizado y la posibilidad de seguir el rastro de la nave espacial que transporta los restos de un ser querido… a no ser que ocurra algo como lo del Peregrine.
A favor y en contra
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Los defensores de los entierros espaciales argumentan que se trata de una forma de celebrar la vida y el amor por el espacio, de proporcionar una experiencia única y memorable a los seres queridos y de apoyar el desarrollo de la industria espacial.
Además, afirman que se respetan las leyes y normas internacionales que regulan las actividades espaciales, que se minimiza el impacto ambiental y que se preserva el valor científico y cultural de la Luna.
Sin embargo, algunos críticos cuestionan la legalidad, la ética y la sostenibilidad de los entierros espaciales. Según el Tratado sobre el espacio ultraterrestre de 1967, la Luna y otros cuerpos celestes no pueden ser objeto de apropiación nacional ni de reclamaciones de soberanía.
Tampoco pueden ser utilizados para fines militares ni para almacenar desechos. Además, el Acuerdo sobre la Luna de 1979 establece que la Luna debe ser utilizada exclusivamente con fines pacíficos y que su entorno debe ser protegido de la contaminación y la alteración.
Estos tratados, sin embargo, no contemplan explícitamente el caso de los entierros espaciales, lo que genera dudas sobre su interpretación y aplicación.
Posibles irregularidades
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Algunos expertos consideran que los entierros espaciales podrían violar el principio de no apropiación, al crear una conexión simbólica o emocional entre los restos humanos y la superficie lunar.
También podrían vulnerar el principio de uso pacífico, al introducir elementos de carácter religioso, cultural o político que podrían generar conflictos o tensiones.
Asimismo, podrían afectar al principio de protección del entorno, al generar residuos que podrían interferir con la investigación científica o el disfrute estético de la Luna.
Regulación más precisa
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Por estas razones, algunos expertos abogan por establecer una regulación más clara y específica sobre los entierros espaciales, que garantice el cumplimiento de los tratados existentes y el respeto a los intereses y derechos de todos los Estados y personas.
También proponen crear zonas de exclusión o de preservación en la Luna, donde se prohíba o limite la realización de actividades que puedan dañar su integridad o su valor.
Finalmente, sugieren fomentar la concienciación y la educación sobre la importancia de conservar el espacio como un patrimonio común de la humanidad.